sábado, 20 de octubre de 2012
jueves, 11 de octubre de 2012
martes, 9 de octubre de 2012
Cover Lana del Rey
http://www.youtube.com/watch?v=HLEA3bc-3p0
Cover recientemente hecho por esta cantante con algunas imágenes
inspiradas por la película. Lo quería compartir :)
Cover recientemente hecho por esta cantante con algunas imágenes
inspiradas por la película. Lo quería compartir :)
viernes, 5 de octubre de 2012
En las películas de David Lynch podemos presenciar siempre un cuidado obsesivo por el uso de la luz para construir atmosferas y “pintar” encuadres con el rigor de un artista (él estudió arte). En “Blue Velvet”, el concepto del día como una ironía surrealista del sueño americano está sobre iluminado con blancos, rojos y verdes, puros y brillantes, como podemos apreciar en la clásica escena de introducción, donde retrata un pequeño pueblo “feliz” donde todo parece estar a la vista. Por supuesto, la noche está construida como el escondite sórdido del mal, con luz tenue y baja, donde resaltan usos de ampolletas, focos, lámparas y luces puntuales para demarcar objetos, desenmascarar un acto o espacio en uso, o mostrar que no todo es negro, sino que hay matices de azules, negros y burdeos aterciopelados.
Beaumont encuentra una oreja humana caminando por el campo. No satisfecho con la investigación que lleva a cabo la policía local, Jeffrey y Sandy, la hija del detective, deciden hacer su propia investigación. Este acto los lleva a descubrir que existe un mundo oscuro y peligroso en su pueblo. Jeffrey sospecha de Dorothy Vallens, la cantante del club nocturno del pueblo, quien tiene una extraña relación con Frank Booth, un violento y sórdido hombre.
En las películas de David Lynch podemos presenciar siempre un cuidado obsesivo por el uso de la luz para construir atmosferas y “pintar” encuadres con el rigor de un artista (él estudió arte). En “Blue Velvet”, el concepto del día como una ironía surrealista del sueño americano está sobre iluminado con blancos, rojos y verdes, puros y brillantes, como podemos apreciar en la clásica escena de introducción, donde retrata un pequeño pueblo “feliz” donde todo parece estar a la vista. Por supuesto, la noche está construida como el escondite sórdido del mal, con luz tenue y baja, donde resaltan usos de ampolletas, focos, lámparas y luces puntuales para demarcar objetos, desenmascarar un acto o espacio en uso, o mostrar que no todo es negro, sino que hay matices de azules, negros y burdeos aterciopelados.
La expresión reveladora de la luz en el día, donde pareciera que todos los días estuvieran despejados, despoja de escondites los espacios, en especial los filmados en exteriores. La utilización de la luz en interiores de día depende de una segmentación clara, los lugares comunes y familiares donde Jeffrey aparece, tienen una claridad imponente, por lo general tonalidades de blancos o beige suaves donde predomina un color madre y no hay luces puntuales relevantes. El mundo que el protagonista explora por primera vez (concepto de pérdida de la inocencia, muy frecuente en las películas del director) y se va sumergiendo, se construye con una sumatoria de luces específicas, donde las sombras y límites difuminados sí constituyen el cuadro y reinterpretan la presencia de la luz como revelador.
La construcción de la noche, donde reside y rige el mal, como el contraste total a la expresión del día, se fundamenta en la ocupación de técnicas e instrumentos lumínicos muy característicos del cine de Lynch. La manipulación de la imagen a través de luces directas para resaltar a un actor o objeto en una escena, el preciso cuidado en la composición de las lámparas en un encuadre y como estas pintan el cuadro, y, teñir la escena con un color artificial para intensificar su concepto y valor (en esencia, la escena cuando Isabella Rossellini canta “Blue Velvet” en el bar) son tipologías de uso de la luz reiterativas en la creación del mundo delictual e inmoral en la película. La mayoría de las escenas nocturnas en interiores son trabajadas con artefactos lumínicos que son parte de la composición estética que se propone, y son ellos y nada más, los que alimentan de luz la toma. En los exteriores, por lo general no vemos la fuente de donde proviene la luz.
La proposición Lumínica de David Lynch como temática conceptual y construcción de límites espaciales y de los personajes es permanente, con lo que divide el día de la noche alcanzando una lejanía extrema y paralela entre ambos, como si no se pudiera vivir el traspaso, sino que los personajes que habitan estos mundos, nacieron de la noche o del día (del bien o del mal).
Está claro que Jeffrey Beaumont es la representación del traspaso y lo que impregna esa experiencia en cualquier ser humano. Pareciera que la curiosidad mata a la inocencia, o al menos, obliga a exponerla ante el juicio moral de otros.
Beaumont encuentra una oreja humana caminando por el campo. No satisfecho con la investigación que lleva a cabo la policía local, Jeffrey y Sandy, la hija del detective, deciden hacer su propia investigación. Este acto los lleva a descubrir que existe un mundo oscuro y peligroso en su pueblo. Jeffrey sospecha de Dorothy Vallens, la cantante del club nocturno del pueblo, quien tiene una extraña relación con Frank Booth, un violento y sórdido hombre.
En las películas de David Lynch podemos presenciar siempre un cuidado obsesivo por el uso de la luz para construir atmosferas y “pintar” encuadres con el rigor de un artista (él estudió arte). En “Blue Velvet”, el concepto del día como una ironía surrealista del sueño americano está sobre iluminado con blancos, rojos y verdes, puros y brillantes, como podemos apreciar en la clásica escena de introducción, donde retrata un pequeño pueblo “feliz” donde todo parece estar a la vista. Por supuesto, la noche está construida como el escondite sórdido del mal, con luz tenue y baja, donde resaltan usos de ampolletas, focos, lámparas y luces puntuales para demarcar objetos, desenmascarar un acto o espacio en uso, o mostrar que no todo es negro, sino que hay matices de azules, negros y burdeos aterciopelados.
La expresión reveladora de la luz en el día, donde pareciera que todos los días estuvieran despejados, despoja de escondites los espacios, en especial los filmados en exteriores. La utilización de la luz en interiores de día depende de una segmentación clara, los lugares comunes y familiares donde Jeffrey aparece, tienen una claridad imponente, por lo general tonalidades de blancos o beige suaves donde predomina un color madre y no hay luces puntuales relevantes. El mundo que el protagonista explora por primera vez (concepto de pérdida de la inocencia, muy frecuente en las películas del director) y se va sumergiendo, se construye con una sumatoria de luces específicas, donde las sombras y límites difuminados sí constituyen el cuadro y reinterpretan la presencia de la luz como revelador.
La construcción de la noche, donde reside y rige el mal, como el contraste total a la expresión del día, se fundamenta en la ocupación de técnicas e instrumentos lumínicos muy característicos del cine de Lynch. La manipulación de la imagen a través de luces directas para resaltar a un actor o objeto en una escena, el preciso cuidado en la composición de las lámparas en un encuadre y como estas pintan el cuadro, y, teñir la escena con un color artificial para intensificar su concepto y valor (en esencia, la escena cuando Isabella Rossellini canta “Blue Velvet” en el bar) son tipologías de uso de la luz reiterativas en la creación del mundo delictual e inmoral en la película. La mayoría de las escenas nocturnas en interiores son trabajadas con artefactos lumínicos que son parte de la composición estética que se propone, y son ellos y nada más, los que alimentan de luz la toma. En los exteriores, por lo general no vemos la fuente de donde proviene la luz.
La proposición Lumínica de David Lynch como temática conceptual y construcción de límites espaciales y de los personajes es permanente, con lo que divide el día de la noche alcanzando una lejanía extrema y paralela entre ambos, como si no se pudiera vivir el traspaso, sino que los personajes que habitan estos mundos, nacieron de la noche o del día (del bien o del mal).
Está claro que Jeffrey Beaumont es la representación del traspaso y lo que impregna esa experiencia en cualquier ser humano. Pareciera que la curiosidad mata a la inocencia, o al menos, obliga a exponerla ante el juicio moral de otros.
Los suburbios en el cine de David Lynch
Por Gabriel Lara Villegas
Febrero 23, 2012 | Tags: En pantalla david lynch blue velvet Kyle Maclachlan Dennis Hopper
Este pueblo, por supuesto, le interesa menos al intelecto, a la avidez detectivesca y al espíritu nocturno de Jeffrey que a su comodidad. Pero Sandy no es cualquier persona: su inteligencia siempre está afilada. Viste como sus amigas (notoriamente todas las mujeres de Lumberton, salvo Dorothy, visten igual; aún más reveladoramente, la señora Beaumont y la señora Williams son prácticamente la misma mujer) pero no se permite algunos gestos como el chisme o el cotorreo barato. Hija, al fin y al cabo, de un tipo necesariamente violento, Sandy alguna inclinación siente por todo este misterio, aunque siempre con mucha más cautela que Jeff. Él lo nota y se lo dice: “Estoy en medio de un misterio. Comienzo a ver cosas que antes estaban ocultas. Tú eres un misterio. Me gustas. Y mucho”.
No es de extrañar que el momento más ansioso de Terciopelo sea la reunión de ambas mujeres. Sucede después de que Jeffrey ha decidido abandonar la investigación – se ha vuelto demasiado peligrosa. Él y Sandy vuelven al cortejo, a la sencillez, huyen “de aqueste mar tempestuoso”. Dorothy no está dispuesta a dejarlos tan fácil: sin razón aparente, los espera desnuda en el patio de Sandy, con el cuerpo repleto de cortadas y y bañada en lágrimas. Una vez pasada la alarma, Sandy – frágil como un petirrojo, enamorada de un tipo con la cabeza repleta de basura – tiene derecho a una catarsis, la única que le veremos en toda la película:
Sandy anuncia así su pequeño paseo por el infierno de la tristeza. El de Dorothy, quien ya conoce aquellos lares, sucede hasta el final, cuando Jeffrey logra deshacer el entuerto, y tiene que ser forzosamente así:
3
Cosa rara: Terciopelo azul despertó entre la crítica (ejemplo clarísimo: Roger Ebert) lo que la película misma postula: nuestra incapacidad de comprender que en un mismo pueblo – es decir: en una misma mente – pueden convivir cosas tan disímiles como la cordialidad y el asesinato, como la ternura y el deseo de sangre. Cuando Jeffrey accede a golpear a Dorothy en la cama (no tarda mucho en hacerlo, y lo hace con ganas, pero sufre después de hacerlo) está aceptando también salvarla – y lo logra. Jeffrey Beaumont: violador y salvador. Explicado con palitos y bolitas: Sandy es el consejo, el abrazo, la vigilancia maternal; Dorothy es el deseo. Ambos mundos son posibles en Lumberton[2].
A diferencia de un heist, donde todos llegan a la Gran Ciudad en busca de un sueño, pero quieren salir de ella antes de ser devorados, de Lumberton nadie quiere escapar porque Lumberton es la salida misma. Ahí está el hombre gigante cómodamente agazapado en la penumbra paseando a su perrito y las ancianas tejiendo todo el día frente a la tele para demostrar que Lumberton acoge a sus habitantes con respeto y calidez.
Vista así, Terciopelo azul es una defensa de la imaginación, a la vez que una resignación a nuestra naturaleza, que no es una, sino muchas. Como película de gángsters, la cinta es fallida: cede ante el capricho, hay muchos cabos sueltos, algunos acaso irreconciliables; como manifiesto noir del alma dividida, Terciopelo azul es perfecta.
Por Gabriel Lara Villegas
Febrero 23, 2012 | Tags: En pantalla david lynch blue velvet Kyle Maclachlan Dennis Hopper
Este pueblo, por supuesto, le interesa menos al intelecto, a la avidez detectivesca y al espíritu nocturno de Jeffrey que a su comodidad. Pero Sandy no es cualquier persona: su inteligencia siempre está afilada. Viste como sus amigas (notoriamente todas las mujeres de Lumberton, salvo Dorothy, visten igual; aún más reveladoramente, la señora Beaumont y la señora Williams son prácticamente la misma mujer) pero no se permite algunos gestos como el chisme o el cotorreo barato. Hija, al fin y al cabo, de un tipo necesariamente violento, Sandy alguna inclinación siente por todo este misterio, aunque siempre con mucha más cautela que Jeff. Él lo nota y se lo dice: “Estoy en medio de un misterio. Comienzo a ver cosas que antes estaban ocultas. Tú eres un misterio. Me gustas. Y mucho”.
No es de extrañar que el momento más ansioso de Terciopelo sea la reunión de ambas mujeres. Sucede después de que Jeffrey ha decidido abandonar la investigación – se ha vuelto demasiado peligrosa. Él y Sandy vuelven al cortejo, a la sencillez, huyen “de aqueste mar tempestuoso”. Dorothy no está dispuesta a dejarlos tan fácil: sin razón aparente, los espera desnuda en el patio de Sandy, con el cuerpo repleto de cortadas y y bañada en lágrimas. Una vez pasada la alarma, Sandy – frágil como un petirrojo, enamorada de un tipo con la cabeza repleta de basura – tiene derecho a una catarsis, la única que le veremos en toda la película:
Sandy anuncia así su pequeño paseo por el infierno de la tristeza. El de Dorothy, quien ya conoce aquellos lares, sucede hasta el final, cuando Jeffrey logra deshacer el entuerto, y tiene que ser forzosamente así:
3
Cosa rara: Terciopelo azul despertó entre la crítica (ejemplo clarísimo: Roger Ebert) lo que la película misma postula: nuestra incapacidad de comprender que en un mismo pueblo – es decir: en una misma mente – pueden convivir cosas tan disímiles como la cordialidad y el asesinato, como la ternura y el deseo de sangre. Cuando Jeffrey accede a golpear a Dorothy en la cama (no tarda mucho en hacerlo, y lo hace con ganas, pero sufre después de hacerlo) está aceptando también salvarla – y lo logra. Jeffrey Beaumont: violador y salvador. Explicado con palitos y bolitas: Sandy es el consejo, el abrazo, la vigilancia maternal; Dorothy es el deseo. Ambos mundos son posibles en Lumberton[2].
A diferencia de un heist, donde todos llegan a la Gran Ciudad en busca de un sueño, pero quieren salir de ella antes de ser devorados, de Lumberton nadie quiere escapar porque Lumberton es la salida misma. Ahí está el hombre gigante cómodamente agazapado en la penumbra paseando a su perrito y las ancianas tejiendo todo el día frente a la tele para demostrar que Lumberton acoge a sus habitantes con respeto y calidez.
Vista así, Terciopelo azul es una defensa de la imaginación, a la vez que una resignación a nuestra naturaleza, que no es una, sino muchas. Como película de gángsters, la cinta es fallida: cede ante el capricho, hay muchos cabos sueltos, algunos acaso irreconciliables; como manifiesto noir del alma dividida, Terciopelo azul es perfecta.
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